El territorio de la Mancomunidad Sierra Suroeste no se entendería sin la omnipresencia de un árbol, la encina, a la que los celtas llamaron kaerques, que es lo mismo que decir árbol hermoso, palabra que hoy, bajo la acepción latina de quercus, le da nombre científico.
La encina fue árbol sagrado en la Península Ibérica, al igual que en el resto del mundo mediterráneo, recibiendo culto entre los celtíberos, que, como otros pueblos pastoriles, rechazaban los grandes templos llenos de estatuas, propios de sociedades agrícolas.
En gran parte del bosque mediterráneo extremeño se ha modificado por el hombre para dar lugar a la dehesa, donde se integran aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales, constituyendo en el caso de los municipios de la Mancomunidad Sierra Suoreste un ejemplo modélico de equilibrio entre la extracción de productos y recursos útiles muy variados y el mantenimiento de valores ambientales y de madurez ecológica.
Ese bosque sería razón más que suficiente para viajar y descubrir los pueblos de la Mancomunidad Sierra Suroeste (de hecho son muchos los visitantes que llegan de toda España y Europa con ese solo propósito), pero es que, además, la comarca presenta otros muchos atractivos que también atrapan al viajero. Cítese el magnífico patrimonio histórico-artístico que representan los castillos y fortalezas de Jerez de los Caballeros, Salvaleón, Salvatierra y Zahínos; los valiosos testimonios arqueológicos de El Pomar, Castrejón de Capote o Letreros de Nijata; o el incomensurable legado religioso de todos y cada uno de los pueblos de la Mancomunidad.
En cuanto al patrimonio cultural, Sierra Suroeste es el resultado de la fusión de múltiples civilizaciones que siguen ‘hablándonos’ a través de un soberbio legado, que ha merecido la declaración de fiestas de interés turístico nacional en el caso de la Semana Santa de Jerez y de la Pasión Viviente de Oliva de la Frontera. Con todo no se agota aquí el soberbio repertorio religioso, lúdico, festivo y ferial de la comarca, pues otras muchas celebraciones brillan con luz propia: la Quema del Demonio (Higuera la Real), la Feria de Muestras (Salvaleón), la Feria del Barro (Salvatierra de los Barros), la Lumbre de Navidad (Valencia del Mombuey), la Romería de El Palancar (Valle de Santa Ana y Valle de Matamoros), La Cruz (Zahínos), el Salón del Jamón Ibérico (Jerez de los Caballeros), la Feria de la Dehesa (Oliva de la Frontera)…
Por tanto, La Mancomunidad Sierra Suroeste está compuesta de pueblos con un patrimonio cultural, histórico y artístico tan fantástico que a nadie deja indiferente:
En el término de Higuera la Real se sitúa el formidable castro conocido como Castrejón de Capote, donde apareció la losa del mismo nombre, con una inscripción del Período Orientalizante.
Jerez de los Caballeros, que ya era ciudad cuando en la Baja Extremadura sólo ostentaban ese título Badajoz y Mérida, es uno de los territorios extremeños ocupados por el hombre más tempranamente, como lo atestiguan los dólmenes del Toriñuelo, Valcavado y Palomilla. Enclave fenicio, romano, visigodo y musulmán, Jerez brilla con más fuerza, si cabe, tras la reconquista del territorio a los árabes, al ser convertida en capital de la Orden del Temple en el reino de León.
Oliva de la Frontera, una población en la que encontramos vestigios celtas, romanos y visigodos, entre otros. Monumentalmente destaca la ermita de la Virgen de Gracia y en su casco histórico la parroquia de San Marcos. Pero quizás su mayor atractivo es su gran finca comunal que representa una gran riqueza natural y paisajística, donde se pueden observar numerosas especies de aves que lo hace un reclamo de turismo ornitológico.
Salvaleón, al norte de la comarca, tiene antecedentes muy remotos, pudiendo situar sus primeros asentamientos humanos en el segundo milenio a.C., lo mismo que en la vecina Salvatierra de los Barros, o de los Jarros, como fue conocida hasta mediados del siglo XIX, debido a su afamada producción alfarera. Al otro lado de la comarca, sobre el río Ardila, Valencia de Mombuey ostenta el mismo poso antiquísimo, legitimado por un dolmen y por unos enigmáticos grabados en piedra, los ‘Letreros de Nijata’, relacionados con la cultura celta.
Ejemplos de pueblos magníficamente integrados en el medio natural son Valle de Matamoros y Valle de Santa Ana, cuyos principales monumentos son los caseríos mismos. A las extraordinarias panorámicas que ofrecen hay que unir sus hermosos entramados urbanos, con mil quebradas perspectivas y rincones de una gran plasticidad.
Por último, pero sólo por aquello del abecedario, Zahínos, cuyo primitivo asentamiento fue obra de los templarios, perteneciendo luego al señorío de Alconchel, a Jerez de los Caballeros, y a las casa de Mondéjar y de San Juan-Piedras Albas; siempre en medio del bosque mediterráneo, punta de lanza de lo que, con toda razón, se ha venido en llamar el último paraíso.
En definitiva, los municipios de la Mancomunidad Sierra Suroeste, ese magnífico retablo de bellezas naturales y culturales, atrapan al visitante, que siempre vuelve. Por algo estamos ante uno de los territorios más hermosos de Iberia.
Texto basado en la Información General de la Comarca Sierra Suroeste. Web de la Diputación Provincial de Badajoz